Sin embargo, son lesiones distintas que requieren tratamientos específicos, y por ello es conveniente conocer las diferencias para saber qué está sufriendo nuestro cuerpo.
La contractura es un aumento del tono muscular que persiste varias horas/días en una zona del músculo, genera dolor pero no tanto como un calambre, y puede aparecer de forma brusca durante un esfuerzo. Por otro lado, la rotura fibrilar es una rotura de fibras, puede ser microscópica o tener varios centímetros, hasta llegar a una rotura completa del músculo.
Como comentábamos, con el fin de recibir un correcto tratamiento, debemos diferenciarlas. En ambas hay dolor al usar el músculo en cuestión, y en ambas duele a la palpación de la zona. El estiramiento puede aliviar un poco la contractura, pero empeora el dolor de una rotura. La rotura fibrilar, siempre inicia de forma brusca, se siente un pinchazo que inmediatamente suele impedir continuar con el ejercicio.
La contractura simple puede empezar de forma brusca, pero lo más frecuente es que empiece post esfuerzo, al “enfriarse” la zona. El tiempo de evolución a veces nos permite hacer diagnóstico retrospectivo de la lesión: si el dolor se resuelve de forma espontánea en menos de una semana estábamos frente a una contractura.
Pero ante la duda, consultar siempre a un profesional antes de arriesgar a aplicar un tratamiento que puede no ser el correcto. El mejor método diagnóstico hoy en día es la ecografía que diferencia la contractura de la rotura y dentro de esta nos define los distintos grados, nos diagnostica presencia de hematomas, etc. En nuestra clínica somos pioneros a nivel nacional en el uso de la ecografía para diagnóstico y tratamiento de patología deportiva, utilizándola desde el 1992.